Nadie está en posesión de una fórmula magistral que
garantice que una pareja es para toda la vida. Pero, si es cierto que las
relaciones que se mantienen y funcionan, esas parejas sólidas que todos
conocemos, presentan algunas características comunes. Es interesante que
conozcamos algunas de estas para poder aplicarlas a nuestra relación.
Para empezar, se trata de parejas que no se provocan de
manera consciente con los celos. No necesitan que el otro les demuestre su
interés pues tienen la suficiente seguridad sobre sus sentimientos. Y como
consecuencia de esta confianza, ninguno de los dos miembros de la pareja tiene
actitudes vigilantes sobre el otro. No se revisan las llamadas o los correos de
la pareja, ni se intenta ejercer control sobre sus otras relaciones sociales.
Esto no quiere decir que su actitud sea meramente
complaciente. En estas parejas hay una intención permanente de mejora,
esforzándose y trabajando en el día a día para superar los roces y problemas.
Por supuesto, siempre centrándose en su realidad actual. No hay nada que dañe
más una relación que entrar en comparaciones con lo que hemos vivido con otras
parejas, ni para lo bueno, ni para lo malo.
Es esencial mantener la privacidad de una pareja. Algo que
no es compatible, por ejemplo, con publicar en las redes sociales o hablar con
los amigos de todos los detalles y cómo nos sentimos con el otro. Claro está,
haciéndolo compatible con el desarrollo de nuestra vida social. Porque, ninguna
pareja puede sobrevivir sola aislada del mundo. Es aconsejable que cada miembro
de la pareja tenga momentos y vivencias de forma independiente.
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