Sentirse culpable por haber cometido un error cuyas
consecuencias nos afectan a nosotros o a otra persona es un mecanismo natural
de funcionamiento de la psicología humana. Es verda, sin embargo, que el nivel
de autoinculpamiento, su intensidad y duración varía mucho de unas personas a
otras. Hasta llegar a los casos extremos, en los que el individuo prolonga su
actitud de autocastigo de forma excesiva en el tiempo.
En el fondo, el sentimiento de culpa solo tiene el objetivo
de que aprendamos de nuestros errores y seamos capaces de rectificar. Si la
consecuencia de este mecanismo es que nos sumimos en un bucle sin salida, donde
lo más marcado es que estemos años torturándonos a causa de un fallo cometido,
el sentido de este se pierde.
Hay que tener en cuenta que este autocastigo está
directamente relacionado con nuestra autoestima. De esta forma, la culpa mina
nuestra fortaleza interior y la imagen que tenemos de nosotros mismos. Si se
mantiene esta situación, la persona se va incapacitando para tomar decisiones
y, al final, para desarrollar una vida normal. El otro elemento que entra en
juego en esta mala utilización del sentimiento de culpa, la ira que en estos
casos se dirige hacia uno mismo.
Para salir de este círculo, los expertos aconsejan empezar
por reconocer que castigarte no sirve de nada. Será mucho más útil que puedas
hablar del problema y desahogarte. Ten una actitud positiva, aprendiendo a ser
más amable contigo mismo y considerando los errores como una oportunidad para
el crecimiento personal. Y, finalmente, valora los hechos con perspectiva y
flexibilidad, sin permitir que cambien el concepto que tienes de ti mismo.
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