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Mientras un porcentaje elevado de la población mundial se muere de hambre, en el otro extremo de la balanza cada vez hay más personas que padecen obesidad, con sus graves secuelas para la salud y el desarrollo normal del individuo que lo sufre.
Desde luego, las
razones que explican uno y otro problema nada tienen que ver. Y, mientras en un
caso la solución es más bien de carácter económico y político, la obesidad debe
ser atacada desde otra perspectiva.
Los últimos estudios, por
ejemplo, se han centrado en descubrir la relación entre depresión y obesidad,
con unos resultados sorprendentes. En la Universidad
de Granda, por ejemplo, acaban de hacer público un estudio que demuestra
que existe una relación genética entre estas dos patologías. La muestra con la
que han trabajado para sus investigaciones partía de 2.440 pacientes con
depresión diagnosticada, frente a 809 individuos que nunca había padecido
ninguna enfermedad mental. El resultado del estudio demuestra que la depresión incide en el comportamiento
del “gen de la obesidad” (FTO) haciendo que afecte al índice de masa corporal
de la persona.
Con estos datos se confirmaría
una creencia que siempre ha estado rondando alrededor de la obesidad y es que, determinados trastornos del estado de ánimo
tienen una relación estrecha con el aumento de peso de las personas que lo
sufren. No se trata tanto de que a una persona deprimida le “dé por comer”,
como hasta ahora se decía, sino que su organismo metaboliza el alimento de
forma distinta precisamente cuando está sufriendo esa enfermedad mental.