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sábado, 1 de marzo de 2014

Cómo abordar el tema de la muerte con los niños

Niños de luto - Hablas de la muerte con los niños
A diferencia de lo que ocurría en civilizaciones pasadas, en España no hace tanto tiempo, donde se convivía con la muerte de forma natural, ahora procuramos que no forme parte de nuestra realidad
Hasta tal punto que incluso está mal visto y se evita usar todos los términos que aluden a este proceso.

Puede que lo que se esconda con esta actitud es algo tan infantil como manifestar que si no se habla de algo es que no existe. Somos los propios adultos quienes no tenemos instrumentos para enfrentarnos a la muerte y por eso intentamos evitar pensar en nada que nos la recuerde. Es el miedo lo que sobrevuela toda esta realidad.
La forma en que nos referimos a la muerte demuestra que no queremos reconocer la realidad ni mirarla de frente:
Descanse en Paz
Está en el otro mundo
Ha pasado a mejor vida
.....

Cuando los niños nos preguntan acerca de la muerte...

Y, claro está, esa imposibilidad de encontrar explicaciones se acrecienta cuando tenemos que responder las preguntas que los más pequeños nos hacen respecto a la muerte. Por eso, procuramos mantenerles lejos de cualquier circunstancia que tenga que ver con ella.
Un grave error, pues los niños van a buscar por sus propios medios esas respuestas o a inventarlas con las herramientas de las que disponen. Y así se va asentar el concepto de muerte y todo lo que la rodea en su mente, lo que puede acarrear graves consecuencias.
Por eso es tan importante que los adultos aprendamos a entender que la muerte es una más de las etapas de la vida. Y que sus consecuencias, el dolor, la ausencia… se integran dentro de un proceso natural que hay que conocer para poder superar esa etapa de duelo y seguir adelante.

Dicho todo esto a nadie se le puede pasar por la cabeza cuando su hijo le haga una pregunta “incómoda” relacionada con la muerte responder con evasivas o con un gesto de “calla, no digas esas cosas”. 
Lo que hay que hacer es responder de manera calmada y sincera, transmitiendo, o al menos intentándolo, la naturalidad que realmente tiene esta fase de la vida, la última y por tanto una de las más importantes. La calma y tranquilidad de la respuesta debe adaptarse a la edad del menor, ya que si es demasiado pequeño encontrará dificultades para comprender ciertos conceptos y nosotros debemos saber adaptar las explicaciones a su nivel.

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