A diferencia de lo que
ocurría en civilizaciones pasadas, en España no hace tanto tiempo,
donde se convivía con la muerte de forma natural, ahora procuramos
que no forme parte de nuestra realidad.
Hasta tal punto que incluso
está mal visto y se evita usar todos los términos que aluden a este
proceso.
Puede
que lo que se esconda con esta actitud es algo tan infantil como
manifestar que si no se habla de algo es que no existe. Somos los
propios adultos quienes no tenemos instrumentos para enfrentarnos a
la muerte y por eso intentamos evitar pensar en nada que nos la
recuerde. Es el miedo lo que sobrevuela toda esta realidad.
La forma en que nos
referimos a la muerte demuestra que no queremos reconocer la realidad
ni mirarla de frente:
Descanse en Paz
Está en el otro mundo
Ha pasado a mejor vida
.....
Cuando los niños nos preguntan acerca de la muerte...
Y, claro está, esa
imposibilidad de encontrar explicaciones se acrecienta cuando tenemos
que responder las preguntas que los más pequeños nos hacen respecto
a la muerte. Por eso, procuramos mantenerles lejos de cualquier
circunstancia que tenga que ver con ella.
Un grave error, pues
los niños van a buscar por sus propios medios esas respuestas o a
inventarlas con las herramientas de las que disponen. Y así se va
asentar el concepto de muerte y todo lo que la rodea en su mente, lo
que puede acarrear graves consecuencias.
Por eso es tan
importante que los adultos aprendamos a entender que la muerte es
una más de las etapas de la vida. Y que sus consecuencias, el
dolor, la ausencia… se integran dentro de un proceso natural que
hay que conocer para poder superar esa etapa de duelo y seguir
adelante.
Dicho todo esto a
nadie se le puede pasar por la cabeza cuando su hijo le haga una
pregunta “incómoda” relacionada con la muerte responder con
evasivas o con un gesto de “calla, no digas esas cosas”.
Lo que
hay que hacer es responder de manera calmada y sincera,
transmitiendo, o al menos intentándolo, la naturalidad que realmente
tiene esta fase de la vida, la última y por tanto una de las más
importantes. La calma y tranquilidad de la respuesta debe adaptarse a
la edad del menor, ya que si es demasiado pequeño encontrará
dificultades para comprender ciertos conceptos y nosotros debemos
saber adaptar las explicaciones a su nivel.
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