La Psicología es una ciencia que evoluciona muy pegada a los
cambios de la sociedad. Dado que su ámbito de estudio es el ser humano y su
comportamiento, es lógico que surja continuamente la necesidad de plantear
respuestas ante nuevas situaciones. Así, en los últimos años está cobrando
importancia una de sus ramas, la que se conoce como Psicología Positiva.
Y es que, hasta no hace mucho, la Psicología se había
centrado en explicar y proponer salidas al individuo frente a sucesos y
emociones negativas. La depresión, la ansiedad, el estrés eran algunos de los
campos que concentraban los mayores esfuerzos de los terapeutas, sobre todo
ante el alarmante porcentaje de población que padecía estas patologías.
En este marco, aparece la Psicología Positiva poniendo el
foco de atención en las emociones positivas, en las circunstancias que conducen
a las personas a sentirse a gusto consigo mismas y con su entorno, a estar más
cerca de la felicidad. Es decir, su interés es poner en valor los mecanismos
que favorecen la sensación de bienestar.
Fue Martín Seligman quien, tras haber dedicado más de 20
años de su vida profesional a luchar contra la depresión, qué hacía que ante la
misma circunstancia una persona acabase sumida en la tristeza, mientras otra
salía adelante con optimismo. Al estudiar a las personas felices su pretensión
última era poner al alcance de todos, nuevas herramientas con las que adoptar
esa misma actitud positiva ante la vida.
Básicamente descubre que hay tres protagonistas que ayudan a
alcanzar la felicidad: el compromiso, los placeres sensoriales y dar un sentido
a nuestra vida. Fijar el objetivo en el segundo hace más difícil a la persona
ser feliz.
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