Hasta ahora, los especialistas
parecían no haber reparado en la trascendencia que se podía ocultar tras la
frese “me aburro”. Y eso que, los grandes pensadores de todas las épocas ya
habían alertado sobre la incidencia negativa del aburrimiento en el desarrollo
de la persona. Desde Voltaire a San Agustín, hay una coincidencia entre
la pereza mental y la insatisfacción que lleva, a quienes la sufren, a no evolucionar en su crecimiento personal.
Muerto de aburrimiento
Pero, en lo que inciden los
actuales investigadores es en un aspecto aún más grave, esto es, que el aburrimiento puede ser una de las causas
que conducen a una muerte prematura. Dicho así puede sonar demasiado
fuerte, por eso conviene ser cauto y explicar lo que esconden estas palabras. No
se trata de que el aburrimiento lleve inevitablemente al fallecimiento, pero
intensifica determinados factores que sí tienen ese poder.
Una persona aburrida no tiene ninguna motivación que le estimule para
cuidarse y llevar una vida más saludable. Suelen ser individuos con hábitos
tan perjudiciales como el sedentarismo o el tabaquismo, por citar dos ejemplos.
Y, mucho menos parecen dispuestos a esforzarse en llevar una alimentación
equilibrada o acostumbrarse a practicar alguna actividad física de forma
regular.
Y, lo que es aún peor, esa falta de actividad es extensible a lo
que tiene que ver con la mente. De forma que se preparan mucho menos para
afrontar enfermedades de tipo degenerativo, cuya aparición temprana se ha
demostrado que es mayor en las personas que no ejercitan de alguna forma sus
diferentes funciones.
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